Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



16 de septiembre de 2013

Ricardo Melchior

Parecía imposible pero por fin se ha hecho realidad. Ricardo Melchior deja la presidencia del Cabildo de Tenerife y con él 26 años de trayectoria política en la misma institución, primero bajo la presidencia de Adán Martín como consejero y luego ya como presidente desde el año 1999. Es tanto tiempo que, sin duda, habrá en su balance cosas buenas y malas. Llamativo resulta ese empeño insultante que ha mostrado por dar entrevistas y hablar más de política que de legado. Se va en un momento poco agradable, no solo para la política y los políticos, sino también para una corporación que se queda con una deuda colosal por los caprichos faraónicos de Melchior. Quizás esa sea una de sus características más notables: Una conciencia de patricio al que la isla debe reconocimiento y agradecimiento porque antes que él nada hubo y los cimientos del futuro se pusieron en estos últimos largos 14 años. Un Melchior que no ha digerido nada bien sus derrotas electorales o no conseguir mayoría absoluta en el cabildo, algo que no atribuye al juicio sereno de los electores, sino a la  ignorancia o mala fe de quienes osaban cuestionarle. 

A pesar de sus definiciones ideológicas, Melchior habría disfrutado de cargo y honores en cualquier economía planificada centralmente. Si algo se le metía en la cabeza, nada podría detenerle, siquiera el buen juicio de quienes le han acompañado en su trayectoria política. Así contamos con obras fruto de su megalomanía, como el tranvía y suerte tenemos si conseguimos evitar el tren de levitación magnética que un día anunció metidos ya en tiempos de crisis. Obras que afirma sin rubor que son necesarias y rentables; si se le cuestiona por los datos, entonces, lleno de una ira que sonroja su cara, afirma que quien le pregunta es un ignorante o un malintencionado Sabemos bien de su proceder y sufrido en carne propia. Intentamos, no obstante, que esos capítulos pasados no nublen el juicio más aproximado a la gestión de Melchior. Una presidencia que amplío hasta límites más allá de lo tolerable y razonable el papel del Cabildo en la economía insular, no siendo extraño que proclamara con un tonto orgullo que es la primera empresa de la Isla. Por supuesto que hay que negar la mayor, porque no es una empresa ya que aquella se orienta hacia los beneficios mientras que el entramado de Melchior ha estado dirigido a perpetuarse en el cargo (él y los suyos), y expandir su poder y clientela. Es el presidente de Teisol, las queserías, los hoteles y campos de golf, las artesanías, los casinos o las litografías, hasta el punto en que la propia intervención del Cabildo tuvo que advertir que contaba ya con más empresas que muchas comunidades autónomas uniprovinciales, tal ha sido la voracidad de Melchior y sus cuates. No, no ha sido un buen presidente; se va y deja tras de sí un montón de facturas por pagar pero lo peor es que anuncia que deja la presidencia pero no la política, como si advirtiese una ascendencia en la sociedad de la que carece pues entre sus propios compañeros causó siempre más temor que respeto.


Se va; lo hace con su propio estilo, designando a dedo a su sucesor levantando ampollas entre sus compañeros de partido. Pero Carlos Alonso no es Melchior y en sus manos está demostrar cuánta autonomía será capaz de disponer. Puede ser un buen presidente pero está íntimamente ligada tal opción a la distancia que ponga con los modos y actuaciones de su predecesor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy canario (de Sta. Cruz de Tfe) y considero que el nacionalismo, en cualquiera de sus modalidades, es profundamente reaccionario y algo inútil en el mundo de hoy, mundo que cada vez más tiende a la globalización. Detesto ese mundo de paletos y tontos útiles que se miran al ombligo todos los días y desconocen que hay algo más fuera de el rincón de su cuarto. El mal de Canarias, aparte del nacionalismo, es el mercantilismo, ese capitalismo enfermizo que sólo funciona captando clientelas y comprando conciencias. Aquí no existe empresa privada que se precie, sin pasar por las correspondientes administraciones públicas que manejan los de siempre. Triste destino para una sociedad idiotizada y servil que poco a poco se hunde más en la miseria.

Antonio Salazar dijo...

Pues parece que estamos muy de acuerdo. Gracias por el comentario (pensé que había respondido pero no sé dónde quedó)