La penúltima gracieta de un político ha tenido lugar en Arrecife de Lanzarote. Ascensión Toledo, de Coalición Canaria, decidió, con ocasión de las fiestas de San Ginés, convidar con una cena y algún otro acto menor a los mayores del municipio. Asistieron unas 400 personas y se gastó 30 mil euros. El dinero gastado es más o menos lo que tiene presupuestado en atención a la tercera edad el ayuntamiento para todo un año. Tras el escándalo montado, la susodicha ha pedido disculpas y dado su palabra de que no volverá a ocurrir. Sin embargo, no ha hecho ninguna referencia a reponer lo idiotamente gastado y presentar la dimisión. Es más, debería haberlo hecho sin necesidad de que nadie lo exija, de forma automática y como parte de un sistema inflexible ante los abusos de poder y confianza. Porque lo peor de esta señora no es que tire el dinero en comprar votos y voluntades sino creer que es una forma de 'devolver al ciudadano una parte de lo que aporta' pues esa fue su explicación. Un dislate que da la sensación que solo puede ocurrir aquí sin que se arme un jaleo de colosales dimensiones.
En otros países sufren muchos políticos que son tan o más ineptos que los nuestros. Quizás no tan corruptos, pero sí igualmente malos. Pero, sin embargo, allí tienen la decencia de dimitir. Aquí intentan colar lo que sea, como si no ser descubiertos fuese el mérito sin preocuparse por manejar con cuidado y detalle aquello que se apropian por la fuerza, nuestros magros ingresos. Porque el error no es solo gastarse 30 mil euros en una cena que en años anteriores apenas costaba 4.800 €; es creer que esto es compensar unos impuestos altísimos que pagamos para que estos botarates nos sigan vendiendo políticas sociales que no son tales. No nos devuelven esta panda de parásitos el dinero invitándonos a cenar en lugares a los que no iríamos de forma voluntaria porque no están los tiempos para pagar esas cantidades por una cena. No es justo que sigan desbaratando nuestra confianza quitando a unos para dar a otros bajo todo tipo de supuestos y excusas.
No solo necesitamos una reforma brutal de la administración para que manden mucho menos sobre muchas menos cosas. También debemos, como ciudadanos, aumentar nuestro nivel de exigencia ante barbaridades de este tipo. Debemos incorporar a nuestra cotidianidad acciones que nos homologuen a países más avanzados, para ser conscientes de que no tenemos una corrupción propia de país tercermundista, como denunciaba ayer un periódico alemán. No es extraño que sea tan difícil traducir al español algo que sí está en la cultura anglosajona: Accountability o rendición de cuentas, un concepto ético que precisamente por serlo parece tan alejado de nuestro día a día. Ese es un paso necesario, al que también deberíamos sumarnos los medios de comunicación para no establecer una relación de hechos admisibles o no en función de nuestras simpatías. Hemos llegado hasta aquí por dejación pero va siendo hora de elevar el listón de las exigencias porque no se puede mantener el estado actual de cosas ya que, sencillamente, no lo podemos pagar.
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