Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



11 de septiembre de 2013

Reforma del Estatuto

Hay sesión en el Parlamento pero el precio del pan sigue igual... pese a la importancia que se da nuestra bien pagada y ociosa clase política. Lo malo, con todo, es observar que de entre los 60 diputados apenas hay intervenciones dignas de mención. O comprobar como teníamos 60 diputados en 2007 y terminaremos la crisis con los mismos 60, porque esa reforma estatutaria que prevé Paulino Rivero como solución a todos los males de Canarias no pasa por la disolución de la Cámara Regional, es que ni siquiera se plantean una reducción del número de gandules que allí sientan sus dignas posaderas. El actual estatuto contempla que serán entre 50 y 70, por lo que en un archipiélago de equilibrios tan frágiles como el nuestro, la única opción posible era 60. Baleares anunció ayer una reducción en su número de parlamentarios, lo mismo han hecho o estudian otras comunidades autónomas pero no es algo que deba considerarse en Canarias, a tenor de lo que piensan nuestros dirigentes, que no representantes. 

Un Parlamento soso y aburrido con gente hablando de problemas de ellos, con espectáculos primorosos como cuando ayer discutían sobre quién tiene más sensibilidad social. Sensibilidad social, claro está, que no es sino en qué se gasta el dinero que previamente han extraído por la fuerza de muchas personas a las que luego pretenden ayudar. Porque esta es, en esencia, la lógica política en Canarias. El Gobierno nos arruina por diversas vías y luego pretende presentarse como la solución al problema prometiendo ayudas y subvenciones por doquier que, ni tiene, ni puede, ni debe dar. Por eso esta mañana decía Rivero en el Parlamento que con los 800 millones de euros que Madrid debe a la Comunidad Autónoma no tendría su gobierno que endeudarse. Resulta que, como siempre, oculta que el actual sistema de financiación es fruto de su negociación en aquellos no tan lejanos tiempos en que estaba a partir con un piñón con quien fuera intergaláctico presidente español, Rodríguez Zapatero. Sin embargo, los problemas de Canarias no están allí, nunca lo han estado, sino en la panda de irresponsables que llevan a la quiebra nuestra existencia. Una Comunidad autónoma que crece exponencialmente, ganando competencias que gestiona a trompicones colocando todos nuestros servicios a la cola de España, ya sea empleo, sanidad o educación. Por eso resulta irritante que, en una nueva patada hacia delante, Rivero plantee ahora que la solución está en conseguir nuevas competencias, hacerlo ya y en sectores que considera estratégicos, como si tuviese una sola prueba de que su gestión en materias como las señaladas avalaran tal pretensión. 


No saldremos de aquí con más gobierno; es preciso que sea con menos para no volver a las andadas más pronto que tarde. Es imperativo que se limite el alcance dañino de los políticos, que su gestión pueda ser sobre menos cosas, que quite sus sucias manos de nuestras carteras y vidas como práctica solución a los problemas que nos afligen. Paulino Rivero es un mal presidente; es, además, un mal presidente en un pésimo momento. Pero no cabe duda que el daño causado habría sido infinitamente menor si su poder hubiera sido inferior al que ha dispuesto durante todo este tiempo. Sin entrar en consideraciones sobre la legitimidad de un presidente que lo ha sido dos veces sin haber ganado unas solas elecciones o la división de su partido que no lo quiere, tal fue lo que ayer le dijo públicamente Ricardo Melchior. Y la pregunta obligada es, ¿si no es del gusto de un partido al que votan 223 mil canarios, por qué habría de serlo de los más de millón y medio que estaban en el censo en 2011? 

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