Hay que ser muy José Miguel Barragán o Flora Marrero para defender las actuaciones de Paulino Rivero al frente del Gobierno regional. Es un acto de fe que requiere de militancia de años por más que la realidad se empeñe en desmentir el aserto. Los que no somos ni Barragán ni Marrero solo acertamos a lamentar que Rivero sea un pésimo presidente en el peor momento posible. Claro que, desde algunas plataformas mediáticas con un enorme sesgo ideológico, consideran que las Islas se han convertido en el paradigma de la eficacia, en el ejemplo que la España continental mira asombrada. Y concluye, que esto es solo posible por la presencia del PSOE en el ejecutivo autonómico. Es claro que todo esto se da de patadas con lo que ocurre pero suceden dos cosas que ayudan a mantener la ficción. Una es que es posible que se de un mejora en las condiciones económicas del archipiélago, no tanto por el Gobierno sino pese a él. Haber tocado fondo parece causa suficiente para que el mariachi del gobierno saque pecho por más que los daños en la estructura sean más que notables. ¿Hay algún mérito en haber superado cifras de desempleo propias de una economía de guerra, con unas décimas por encima de la que tiene Macedonia y un poco por debajo de la que tiene Afghanistan? ¿Lo hay sin que el gobierno se diese por aludido y decidiese rebajar su asfixiante presencia en todos los órdenes de la economía y de la sociedad? Porque pese a lo que dicen sus defensores el Gobierno de Canarias no ha dejado de gastar y, esto es más subjetivo, encima lo ha hecho mal. Su presupuesto para 2013 es casi igual que el que tenía en 2007, con varias subidas de impuestos incluidas. Y los canarios tenemos en este momento más o menos el nivel de renta del que disponíamos en 2005. Por tanto, es evidente que el gobierno habla mucho y se ajusta poco mientras que los ciudadanos y empresas, hablamos poco y nos ajustamos mucho, no sin antes ser sometidos a un proceso de empobrecimiento con subidas de impuestos que han servido para mantener intactas las estructuras de dominación que están en manos de los gobiernos, tales como policía autonómica, Tv y demás aparatos de propaganda, tanto públicas como las dóciles y caras privadas.
La segunda razón es que Rivero se ha empeñado en hacer política de baja estofa y costes relativamente magros. Así ha decidido que su gobierno no secundará al central en políticas de becas y que quien reúna las condiciones económicas para recibirlas contarán con ella aunque su nota sea de un cinco y no de un 6,5 como exigirán en otras universidades. Se entiende esa solidaridad personal de Rivero con la mediocridad pero estaría bien que alguna vez intentarán casar su política con la responsabilidad, vinculando lo que se ofrece, el dinero de todos nosotros, a terceros con resultados contrastables porque no puede haber recompensa para quien no la merece. Claro que esto es mucho pedir para quien es presidente sin haber ganado ninguna elección en dos legislaturas consecutivas.
Su gobierno no es solo torpe y malo; es irresponsable y quien con más probabilidad puede amenazar la mejoría que auguran algunos centros de estudios y que se basan en dos premisas de partida: de todas las crisis se sale, incluso pese a los gobiernos, y que la mejora de las condiciones turísticas de éste 2013 podrán empujar en la dirección correcta.
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