Un nuevo decreto comercial en Canarias

En Canarias existían hace años unos precios imbatibles y una variedad de productos que eran envidiados por muchos. De hecho, el turismo trazó su exitosa trayectoria por mor de un clima benigno y el atractivo de las compras que se podían hacer. Tanto era así que había un chiste que decía que los peninsulares eran conocidos como el “séptimo de caballería”, pues apenas tocaban la isla se dirigían de inmediato a los indios –en realidad, hindúes, pero no vamos a estropear la broma-, los que mejores productos en electrónica ofrecían. Éramos –y disfrutábamos de nuestra condición- puertos francos, lo que nos daba una diferenciación muy saludable que se fue perdiendo por las políticas uniformadoras de la Unión Europea y unos políticos que jamás entendieron las bondades anteriores. El colmo del desatino es que hace bien poco tuve que ir a Madrid a buscar una radio DAB, pues en Canarias ni están, ni se esperan. Es la plasmación práctica del cambio de los tiempos, invirtiendo la situación, de tal suerte que ahora el canario que quiera lo último en tecnología tendrá que buscarlo fuera del Archipiélago.

Aquellas franquicias se fueron modificando y los propios empresarios canarios encontraron nuevas oportunidades de negocio arrimándose a los políticos autonómicos, restringiendo la competencia y buscando enormes subvenciones con argumentaciones varias que siempre pasan por la ultraperificidad, la lejanía, la fragmentación del territorio, la sobrepoblación y un largo y desafortunado etcétera. La penúltima la encontramos en el enésimo decreto comercial que aprueba hoy el gobierno con la intención de impedir la instalación de un nuevo Corte Inglés en Gran Canarias y la aparición de las tiendas de "descuento duro" de Lidl. Si eso solo no fuese una mala noticia –cada poco tiempo hay un nuevo decreto, con la intención de impedir la entrada de algún competidor o beneficiar a algún amigo del nacionalismo mercantilista que gobierna-, un representante patronal de la Isla de la Palma se atreve a defender el decreto con el sorprendente argumento de que es una norma que defiende nuestra forma de hacer las cosas. No sabía que cuando desde el propio gobierno se dice que somos una tierra única se refería al