Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



2 de octubre de 2013

Casinos públicos en proceso de privatzación

Carlos Alonso, ya como presidente del Cabildo, ha anunciado una medida verdaderamente audaz. No porque no haya sido largamente solicitada por algunos quijotes locales ni porque no esté emparentada con el sentido común más elemental. Sencillamente porque corrige un desatino de años, uno de esos hechos inexplicables que se han ido traspasando de administración en administración. La institución insular que preside estudiará la privatización de los tres Casinos que en la Isla hay y que son propiedad pública en su integridad. Cierto es que habrá de esperarse para confirmar que existe un interés comprador porque, desgraciadamente, la simple manifestación de una intención no hace que aparezcan como por ensalmo empresarios entusiastas con la idea. Pero es un primer paso, un gran paso que debe tener su continuidad con la sucesiva privatización del impresionante holding empresarial que atesora el Cabildo Insular de Tenerife y su asfixiante presencia en sectores diversos como los hoteles, las imprentas, los campos de golf, las fábricas de yogur o las queserías. Soltar lastre que permita, también, disminuir la enorme deuda que dejó tras de sí quien ha sido presentando en las últimas semanas como una especia de guía espiritual empeñado en conseguir evitar que nos despeñáramos por los precipicios a los que nos conducíamos en el supuesto de no contar con su presencia beatífica y benemérita: Ricardo Melchior. 

Conviene preguntarse si la privatización de los Casinos habría sido posible de seguir aquel en la presidencia del Cabildo y cabe especular con la respuesta negativa: Melchior, en su infinita arrogancia, jamás consideró usos y medios distintos a los suyos, entendiendo que nada podría superar a la gestión pública de los recursos puestos a su disposición. Alonso, ungido nuevo presidente, ha dado un paso al frente que muestra osadía y reivindicación de su propio liderazgo, mereciendo el reconocimiento si en adelante su misión consiste en rebajar el tamaño y el peso que el Cabildo tiene en la economía insular. Tal cosa no ocurrirá, pues no hay político que de manera voluntaria decida disminuir el tamaño de su influencia. Si Alonso ha decidido privatizar los Casinos es por razones contingentes, por sus continuadas pérdidas, por la consabida incapacidad del sector público para hacer funcionar nada y hasta por sus propias declaraciones, pues considera que 'con el dinero fruto de la venta podrá atender otras necesidades sociales'. No son razones ideológicas, que duda cabe, pero ojalá la aventura salga bien para que pueda sentar el necesario precedente. 


Margen tiene; su formación y conocimientos no son despreciables, inusuales incluso entre sus compañeros de corporación y partido; Su deseo de mantener una hoja de ruta propia, una presidencia caracterizada por los aciertos sin caer en los permanentes ejercicios de soberbia de su antecesor, quizás lo ayuden, casi tanto como la distancia que pueda poner con el propio Melchior por más que tenga la sensación de deuda personal con quien fuera su mentor. Pero es mucho lo que está en juego, dotarnos de una institución que sea ágil y permita ayudar sin participar en sacar grandes proyectos adelante. La privatización de los Casinos es un primer gran paso; su liberalización total debería ser al tiempo. Quizás así podamos volver a tener un atractivo inversor que necesitamos como el respirar

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