Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



1 de octubre de 2013

¿Billetes caros?

La última entrada en el blog de Paulino Rivero propone un tema interesante pese a que no aporta apenas novedad. Si acaso, uno observa que la reiteración de argumentos y las amenazas dejan de tener efecto y que, incluso, titulares aparentemente llamativos pasan o deberían pasar desapercibidos. ¿Cuántas veces ha señalado el presidente que Canarias es un asunto de Estado? Ayer volvió con la tonta letanía aunque mucho más sectorizada; ahora es Fomento quien tiene en Canarias un asunto de Estado. Resulta cansino porque en la lógica paulina, los aciertos son mérito suyo y si algo no funciona, la inquina del gobierno de Madrid lo explica. 

Pero ayer se quejaba de la pérdida de plazas áreas -tres millones desde el año 2008- entre Canarias y la península. Lamenta la inacción del ministerio a quien pide una urgente reacción. Cree, sin razón, que hoy no es solo más caro viajar a la península sino más complicado, lo que desmiente rápidamente cualquier búsqueda en internet sin demasiado refinamiento. Un viaje para hoy buscado ayer y regreso mañana se puede encontrar por 158 € y con un mes vista para las mismas fechas, 65 €. Para el próximo puente del día de todos los santos, en horarios que permitan disfrutar del largo fin de semana, unos 180 €. Obviamente hay plazas para todas esas fechas con lo que no podrá argumentarse que los vuelos no existen. Debemos suponer que las empresas operadoras ajustan sus rutas a la demanda existente y si no hay más, los vuelos serán los que satisfagan las necesidades de los clientes existentes, no los que supone, en su infinita sabiduría, el Sr. Rivero. Y da la sensación de que en estos momentos, más que aviones, lo que faltan son pasajeros.

En lo que respecta al precio habrán de hacerse dos consideraciones esenciales. El valor es subjetivo y unos podremos considerar que 160 euros por un vuelo que necesitamos en este momento, a bordo de una aeronave que cuesta varias decenas de millones de euros y que nos transporta a 2500 kilómetros de nuestro lugar de origen es adecuado, mientras que otros usuarios considerarán caro el mismo aunque no tengan elementos de comparación para hacerlo. Cierto es que en el pasado se podrían incluso encontrar billetes más baratos pero por una distorsión en el mercado generada por las propias administraciones públicas y que Rivero lamenta haya desaparecido: Spanair, una empresa propiedad de un consorcio público que abarataba artificialmente las tarifas hasta límites que supusieron la ruina de la empresa y el atraco a los contribuyentes. Pero esto no debería ser considerado el ejemplo de las conexiones que necesitamos, sino una interferencia del uso y gusto de nuestros gobernantes. 


Y existe otra causa que explica la naturaleza artificial de la conformación del precio en el billete aéreo: las subvenciones al pasajero por nuestra condición de residente, algo que distorsiona los precios por la creación de un incentivo perverso para las propias compañías, que ganan más cuánto más caros sean los billetes sin que el usuario final sea consciente de ello, no obstante, el 50% del precio total lo paga el Ministerio de Fomento. Haría bien en pensar Rivero si la solución a nuestros problemas pasan por aumentar la gestión de los políticos en estos asuntos esenciales o, como diría Ortega, será ‘el retorno a la causa del trastorno’

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