El pasado mes de septiembre, algunos medios de comunicación recogían la indisimulada alegría del alcalde del Puerto de la Cruz, Marcos Brito. Anunciaban que empresas de Emiratos Árabes Unidos se interesaban en el puerto deportivo, pesquero y comercial, en concurso de licitación, con un presupuesto inicial de 70 millones de euros.
La historia tiene su miga, pues pronto el director general de Puertos, Juan José Martínez, se sumó a la fiesta dando muestras de sus conocimientos geoestratégicos situando esta inversión «dentro de los objetivos de las potentes y emergentes empresas árabes».
Se sumaban estos amables inversores a otros muchos, insulares, nacionales e internacionales, que respondían a algunos esfuerzos que se estaban haciendo, como por ejemplo, «tener a varias personas encargadas de buscar inversiones en Oriente Medio», Brito dixit.
Avalaba el inusitado interés la infraestructura portuaria, siendo asunto menor la colosal inversión de 70 millones que debería comprometerse en los 500 mil metros cuadrados y una capacidad de atraque de 700 embarcaciones.
Era importante «para los políticos» pues en la época en que ataban los perros con longaniza, se desestimó un muelle deportivo de 18 millones de euros para apostar por uno que pudiese conectar al Puerto de la Cruz con la Palma, a pesar de que no hay ningún operador interesado en que tal cosa pueda ocurrir.
Un dislate que prueba, una vez más, que los dirigentes no piensan en resolver necesidad alguna, sino en inversiones que satisfagan sus egos planificadores.
En consecuencia, hace unos días, desde la propia ciudad turística han anunciado que tan imprescindible infraestructura deberá prorrogar su plazo de licitación porque no ha aparecido inversor alguno, ni insular, ni nacional ni internacional, dispuesto a meter 70 millones de euros en algo tan incierto, con lo que la desconexión con el mundo real y el exceso de ambición de políticos del tres al cuarto, se ha llevado por delante un proyecto que bien podría haber sido interesante —muelle deportivo— a cambio de nada.
Bien harían los políticos no precipitarse a la hora de anunciar colosales inversiones que, además, no dependen de ellos. Además, no es extraño que los inversores mantengan una primera y única reunión, sin que sepamos más de sus intenciones, lo que nos lleva a concluir que las melonadas que aquí se encuentran los pone pies en polvorosa.
Y si no, obsérvese que en el mismo día que nos contaban que los árabes vendrían repletos de petrodólares para invertir aquí, el propio Martínez, anunciaba que, ante la falta de ocupación del Puerto de Garachico —otro capricho de un político local—, dejaría atracar de forma gratuita en esas instalaciones a quien quisiese hacerlo.
Y ahora, póngase en la piel de un inversor dueño de 70 millones, piense en el puerto deportivo que le gustaría hacer y diga si lo haría en un lugar donde a apenas 30 kilómetros el Gobierno en sus puertos públicos regalará lo que usted debe cobrar. Y es que nuestro atractivo para generar inversión se ve que está a prueba de bromas. Debe ser la conocida Marca España
Publicado originalmente en ABC
No hay comentarios:
Publicar un comentario