Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



19 de marzo de 2013

Asaltar cajeros


El incidente de los cajeros automáticos de hace una semana dice mucho más de nosotros como sociedad de lo que, probablemente, estemos dispuestos a asumir. Aprovechar una anunciada migración tecnológica para sacar dinero en la esperanza de que pudiese no ser detectada y, en consecuencia, no devolverlo nos emparenta con esa España de Rinconete y Cortadillo en la que siempre estás convencido de que alguien te la va a jugar antes o después, un país ausente de valores en el que casi todo es posible.
Nadie en el gobierno canario ha hecho manifestación alguna. Investidos de una pretendida autoridad moral, quizás consideren que hacer eso con una banca que se ha ganado a pulso las antipatías de todo el mundo pudiera tener justificación. Esos mismos políticos que braman contra el fraude fiscal desde sus mullidos sillones pagados por los contribuyentes no tienen nada que decir sobre esto.
Ni quienes repiten de forma acrítica y sin la menor prueba que tenemos la juventud mejor formada de la historia, esa misma juventud que se peleaba de manera literal en las puertas de los cajeros automáticos por ganar la vez. ¡Vale ya! No es la generación mejor formada, sí en la que hemos invertido esforzadamente unos recursos cuyos resultados están a la vista de todos después de veinte años de gestión nacionalista.
Esa educación a la que seguimos dedicando el 25% del presupuesto de la comunidad autónoma y cuyos resultados siguen estando a la cola de España y España a la cola de los países miembros de la OCDE. Sí, esos jóvenes de los que tan orgullosos se sienten los herederos de los Mendozas o Alduanes que siguen en el gobierno sin pagar precio alguno por su enorme mediocridad.
Unos jóvenes que no son formados, convertidos en caprichosa carne de cañón para una sociedad que mantiene a casi el 70% de ellos parados y a los que solo les han dejado dos tipos de salida legales: por aire o por mar. También asaltando cajeros automáticos creyéndose impunes o, peor aún, estimando que el dinero se puede fabricar de la nada, que existe derecho a ello y no se deriva responsabilidad alguna por hacer uso ilegítimo de él. ¡País!
Hemos sido noticia nacional. Caixabank completó sin incidencias similares cinco veces el mismo proceso, lo que nos lleva a concluir que, efectivamente, somos singulares, ultraperiféricos y un poco granujas para escarnio de la gente de bien que sigue viviendo aquí.
CaixaBank estuvo a punto de echar abajo su sistema informático esa misma noche ante la magnitud de los acontecimientos en lo que habría constituido un precedente gravísimo. Algunos ríen, otros en cambio nos preguntamos hasta qué punto de laxitud moral y valores hemos conducido a esta sociedad en la que las cosas no están bien o mal, solo cuenta si son posibles o no.
Esas personas que asaltan cajeros no tienen duda alguna sobre cuál es el segundo problema más importante de este país: «La corrupción de la clase política». No tenemos arreglo, pero tampoco lo merecemos.

Original publicado en ABC

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