Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



27 de marzo de 2013

La entrevista que Paulino Rivero no quiere que oiga

Un geólogo canario, Antonio Afonso Rodríguez, pasó por el programa La Gaveta que se emite en Es Radio Canarias para explicar lo que sabe sobre petróleo, prospecciones y extracciones, que es mucho, pues no obstante, ha pasado casi 40 años trabajando para las principales compañías del sector que en el mundo son.

Sus argumentos, más científicos que políticos, son considerables pero lamentablemente son pocos los espacios donde puede mostrarlos habida cuenta del escaso debate que tan trascendental decisión tiene entre la población canaria, partidaria o contraria con la misma fe con la que se es del Cd. Tenerife o de la UD. Las Palmas. Algo que no debería hacernos sentir orgullosos y que debemos a unos gobernantes ensimismados en sus mullidos sillones.

Si busca argumentos, aquí tiene una buena colección de ellos

19 de marzo de 2013

Cuerpo a tierra: es el Gobierno


No es práctica habitual en la radio ofrecer una entrevista con un invitado y esconder su identidad. En tiempos pretéritos sucedía porque quien se ocultaba tenía una información comprometedora que podía dañar su interés o salud.
Hace unas semanas nos ha tocado vivir un asunto similar. Interesándonos por el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales que el Gobierno de Canarias cobra a las tiendas de«Compro oro» que han proliferado en las Islas, llamamos a un primer empresario que, amablemente, accedió a contarnos el origen del problema, pero cuya actitud cambió cuando se le pidió que viniese a la radio a narrar la peripecia.
Nos habló de un colega suyo, quien quizás sí tuviese el valor necesario. Este segundo empresario accede a conceder la entrevista no sin antes poner dos condiciones: su nombre no se pronunciaría y no podría citar las empresas a las que representa. Ambos empresarios explicaron sus motivos para tanta cautela de la misma forma. No quieren problemas con el Gobierno. En una democracia son los gobernantes quienes deben temer a los ciudadanos, mientras que en las dictaduras son los individuos los que sienten miedo. "¿Capisci?"
El Gobierno, desoyendo una sentencia del Tribunal Supremo de hace más de 10 años, ha decidido volver a cobrar ese impuesto (un 5,5% sobre las ventas) a estos establecimientos. Está claro que la ausencia de recursos lleva a la aparición de arbitristas, encargados de buscar nuevos supuestos por los que cobrar para mantener esa elefantiásica administración que apenas reducen.
¿Nuevos? No, aquí se comete una irregularidad manifiesta en la esperanza de que la presteza habitual de la justicia coloque las cosas en su sitio cuando el gobierno pueda afrontarlo, pero mientras, cobrará por más que probablemente obligue a cerrar a varias empresas, dañando el acceso a liquidez de muchos ciudadanos que pueden intercambiar sus propiedades ante las dificultades que existen con la banca tradicional y el crédito.
La fuerte competencia (hay muchos operadores que crecen cada día) así como la propia naturaleza del bien con el que trabajan, que cotiza internacionalmente, tiende a ajustar mucho sus beneficios, tanto que el tributo sobre gramo de oro vendido es superior a la cantidad que les quedará a los empresarios para pagar el resto de sus gastos. Un dislate.
Los empresarios mantienen que no deben pagar el impuesto, porqueellos solo transforman el oro y lo exportan, no son los últimos depositarios del mismo, lo que sí daría lugar al hecho impositivo.
Un anarquista decimonónico, Lysander Spooner, encontró razones para distinguir entre los salteadores de caminos y los gobiernos. Los primeros atracaban a las diligencias pero sabían que eran ladrones, no pretendían tener una argumentación moral para su acción. Robaban, cumplían su palabra si le entregabas la bolsa y, probablemente, no volverías a verlos en tu vida.
El Gobierno ha decidido asaltarnos a diario, nos intenta persuadir con esa legitimidad presunta con la que se rodea que es por nuestro bien y busca, no ya solo nuestro dinero, también nuestro reconocimiento. Y parece que lamentablemente va ganando.




Original publicado en el Diario ABC

Asaltar cajeros


El incidente de los cajeros automáticos de hace una semana dice mucho más de nosotros como sociedad de lo que, probablemente, estemos dispuestos a asumir. Aprovechar una anunciada migración tecnológica para sacar dinero en la esperanza de que pudiese no ser detectada y, en consecuencia, no devolverlo nos emparenta con esa España de Rinconete y Cortadillo en la que siempre estás convencido de que alguien te la va a jugar antes o después, un país ausente de valores en el que casi todo es posible.
Nadie en el gobierno canario ha hecho manifestación alguna. Investidos de una pretendida autoridad moral, quizás consideren que hacer eso con una banca que se ha ganado a pulso las antipatías de todo el mundo pudiera tener justificación. Esos mismos políticos que braman contra el fraude fiscal desde sus mullidos sillones pagados por los contribuyentes no tienen nada que decir sobre esto.
Ni quienes repiten de forma acrítica y sin la menor prueba que tenemos la juventud mejor formada de la historia, esa misma juventud que se peleaba de manera literal en las puertas de los cajeros automáticos por ganar la vez. ¡Vale ya! No es la generación mejor formada, sí en la que hemos invertido esforzadamente unos recursos cuyos resultados están a la vista de todos después de veinte años de gestión nacionalista.
Esa educación a la que seguimos dedicando el 25% del presupuesto de la comunidad autónoma y cuyos resultados siguen estando a la cola de España y España a la cola de los países miembros de la OCDE. Sí, esos jóvenes de los que tan orgullosos se sienten los herederos de los Mendozas o Alduanes que siguen en el gobierno sin pagar precio alguno por su enorme mediocridad.
Unos jóvenes que no son formados, convertidos en caprichosa carne de cañón para una sociedad que mantiene a casi el 70% de ellos parados y a los que solo les han dejado dos tipos de salida legales: por aire o por mar. También asaltando cajeros automáticos creyéndose impunes o, peor aún, estimando que el dinero se puede fabricar de la nada, que existe derecho a ello y no se deriva responsabilidad alguna por hacer uso ilegítimo de él. ¡País!
Hemos sido noticia nacional. Caixabank completó sin incidencias similares cinco veces el mismo proceso, lo que nos lleva a concluir que, efectivamente, somos singulares, ultraperiféricos y un poco granujas para escarnio de la gente de bien que sigue viviendo aquí.
CaixaBank estuvo a punto de echar abajo su sistema informático esa misma noche ante la magnitud de los acontecimientos en lo que habría constituido un precedente gravísimo. Algunos ríen, otros en cambio nos preguntamos hasta qué punto de laxitud moral y valores hemos conducido a esta sociedad en la que las cosas no están bien o mal, solo cuenta si son posibles o no.
Esas personas que asaltan cajeros no tienen duda alguna sobre cuál es el segundo problema más importante de este país: «La corrupción de la clase política». No tenemos arreglo, pero tampoco lo merecemos.

Original publicado en ABC