Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



13 de noviembre de 2012

Hotel Oasis

La capacidad que tiene la sociedad canaria para inmiscuirse en propiedad ajena es realmente llamativa. No solo existen un montón de normas que tienen a su disposición burócratas y políticos de toda laya y que son usadas para generar una escasez artificial, sino que cualquier colectivo e incluso medios de comunicación puede instar la actuación gubernamental sin aparente dificultad. Todo este ejercicio de planificación que pasa por el alto su esencia: es la supresión que hacen las autoridades de los planes de otras personas, imponiéndoles un plan colectivo creado por burócratas, armados con la fuerza de la ley y, por supuesto, exentos de pagar los costes que estos planes colectivos suponen a los individuos. Bastiat decía que todos los planificadores son iguales, lo que cambian son los planes. Y efectivamente, da igual que sean arquitectos, miembros de academias de las bellas artes, políticos o periodistas, aquí todo el mundo parece que tiene un plan que, encima, cuenta en público. ¡Qué impudicia!

Tal es lo que ocurre con el Hotel Oasis en el sur de Gran Canaria. Su empresa propietaria, acogiéndose a una norma que ninguno de los «abajo firmantes» impugnó, pretende demolerlo para crear uno nuevo,más acorde con los tiempos y demandas de sus clientes, invirtiendo la nada desdeñable cantidad de 46 millones de euros, en unos momentos en que nadie o casi nadie quiere hacerlo aquí. Surgen algunas voces que pretenden impedirlo, diciéndole al propietario qué tiene que hacer con el inmueble para evitar que su valor histórico desaparezca. Incluso, un editorial periodístico apuntaba que la solución pasaba por buscar compensaciones a los propietarios por esas limitaciones a sus planes iniciales, en «aras de la integridad de esta gran pieza hotelera, en la que tantos grancanarios, peninsulares y europeos han tenido vivencias memorables». A decir verdad, todos estos asuntos emocionales son meramente subjetivos, incluso la de aquellos que defienden que será una pérdida irreparable para el patrimonio cultural por su importancia como uno de los principales ejemplos de la arquitectura moderna de Canarias, junto a algunos edificios más. Uno de ellos, por cierto, el Cabildo de Gran Canaria, que no parece que sea el mejor ejemplo de actuación a seguir tras su remodelación.
Disgusta a gente tan sensible que las infraestructuras hoteleras sean de usar y tirar, como si un empresario hiciera otra cosa distinta que satisfacer necesidades presentes y futuras en un mercado dinámico y cambiante. Sin embargo, si tan convencidos están de que merece la pena salvar el Hotel Oasis, el mercado les otorga una solución que deberían considerar urgentemente: el periódico, los periodistas, los arquitectos y miembros de academias varias deben dejar en paz el dinero de los contribuyentes y lanzar una cuestación popular desde el mismo diario, poniendo ellos dinero y convenciendo a los demás para que lo hagan hasta poder comprar el inmueble. Eso es lo que debe esperarse de quienes creen defender un fin noble, que sean consecuentes con sus acciones y asuman la responsabilidad de sus actos. Todo lo demás, ganas de importunar en una tierra con el ¡¡¡¡34%!!!! de paro.




Publicado originalmente en ABC

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