Cada vez resulta más evidente que si usted quiere ser considerado experto y que le inviten a pomposos debates en no menos celebrados escenarios, como el Foro Parlamento y sociedad, pagados con dinero público y organizado siempre por la misma empresa, entonces habrá de elaborar un no muy sofisticado argumento pero lleno de ciertos tópicos del gusto de la intelectualidad patria. Así, si el debate es sobre el 'presente y futuro del binomio territorio-población', empéñese en dibujar el más sombrío panorama, busque datos que le sirvan para la comparación y agrándelos todo lo que pueda. Disfrute de las caras de terror de su auditorio.
Algo así pudo ocurrir el otro día, cuando un experto autóctono -al que le vale la presidencia de una asociación canaria de derecho urbanístico para ser considerado tal- dijo que Canarias necesitaría un territorio diez veces mayor al actual si desea mantener el ritmo de crecimiento. Supera, con tal afirmación, las cifras que hace algunos años se daban por buenas (ellos), en el sentido de que solo serían entonces necesarias 5 Canarias y deja atrás, con mucho, la cifra de tres Españas que hace algunas semanas otro agorero había calculado como necesaria para conciliar el crecimiento con un uso adecuado de suelo, agua, energía y residuos. Los expertos salieron de allí y se fueron a sus casas confortables y a seguir impartiendo doctrina mientras disfrutan de cómodos puestos de trabajo, muchas más veces de las deseables, en la esfera de lo público con el prestigio intacto y la consideración de experto sin marchitar.
Ahora pongamos que ese chipiritifláutico foro decide invitar a alguien que no exprese lugares comunes y que plantee que no hay una sola evidencia científica que permita sostener que el crecimiento de las islas está amenazado por el consumo de recursos y que las causas que propiciarían tal cuestión estarían más relacionadas con las políticas públicas, por ejemplo, con un urbanismo diseñado para convertir en millonarios a políticos, concejales, familiares y empresarios afines, amén de para financiar a los partidos políticos. Que los residuos podrían tener una solución óptima y casi infitina si alguna vez alguien se tomara en serio estudiar cómo lo hacen países y espacios limitados con un enorme crecimiento -que es riqueza para sus ciudadanos- tales como Singapur o Hong Kong mientras que las energías son una castaña porque no hay una sola norma que sirva mientras se mantiene de facto a un único operador en el sector al que un alto cargo se le ocurrió calificar de monopolio natural. Esa es la historia y los demás no son más que biempagadas tenidas de las que nada bueno cabe esperar