Impertinencias relacionadas con el pensamiento políticamente correcto de periodistas y políticos de las Islas Canarias



21 de febrero de 2006

Buenas noches y buena suerte

Me he apresurado a ver la película de George Clooney candidata a los Oscars de Hollywood y a otros muchos más premios. Presumía antes de verla que sería endiabladamente halagada por la prensa europea y no han tardado en salirle críticas positivas por todos lados: Lamento discrepar.

Desde el mismo enunciado, la película se presenta de forma tramposa. Al ser en blanco y negro e intercalar imágenes reales del senador McCarthy con la aparición de los personajes, da la impresión de tratarse de un documental histórico, sujeto a los propios tiempos y lenguaje del género. Sin embargo lo que hay en la película es una sucesión de primeros planos de los protagonistas, resaltando la indudable bondad de su discurso y el perverso papel de aquel senador republicano célebre por su ‘caza de brujas’ y su odio visceral al comunismo. Lo que la película no hace es contextualizar la historia, mostrando sólo el histerismo de una sociedad americana que veía fantasmas por todos lados. En la película no se nombra a Harry Gold, a David y Ruth Greenglass, a Julius y Ethel Rosenberg o a Morton Sobell, juzgados y condenados por espionaje en favor de la Unión Soviética, lo que permitió a Stalin fabricar sus primeras bombas atómicas mucho más rápido de lo que se esperaba. Por más que resulte reprensible la postura del senador republicano, existían indicios de la presencia de infiltrados al servicio de la Unión Soviética, tanto por razones ideológicas como mercenarias.

En aquel ambiente, Joseph R. McCarthy dio un discurso en Virgina con ocasión del Día de Lincoln y agitando una hoja de papel afirmó que en ella ‘estaban todos los hombres del Departamento de Estado que eran miembros activos del Partido Comunista y miembros de un círculo de espionaje”, señalando que eran 205 los nombres que seguían en funciones y diseñando las políticas del Departamento de Estado. Fue tal el desacierto que hasta Truman llegó a decir que McCarthy era ‘el mayor recurso del Kremlin en los Estados Unidos’. Se encargó a una comisión la investigación sobre las denuncias del Senador por Wisconsin, concluyendo la Comisión Tidings que no había fundamento alguno en las acusaciones específicas contra los individuos que McCarthy nombró.

Es posterior el proceso de ‘listas negras’ en Hollywood en lo que hemos conocido popularmente como la ‘caza de brujas’, donde hasta 324 personalidades cinematográficas eran denunciadas por sus actividades antiamericanas. McCarthy intentó investigar a la CIA y también al Ejército de los Estados Unidos, lo que hizo que los propios republicanos empezaran a acabar con aquel paranoico senador. El presidente republicano Eisenhower bloqueo la investigación al tiempo que aquel empezaba a verse salpicado por escándalos relacionados con unos de sus ayudantes –Roy Cohn-. McCarthy aumentó su ya de por si considerable ingesta de alcohol y fue abandonado uno a uno por los que habían sido sus aliados en los medios de comunicación y en la Cámara de Representantes y en el Senado, donde fue cesado por 67 votos a 22. Murió poco después como consecuencia de su adicción al alcohol y ‘el maccarthismo se convirtió en la forma de nombrar el abuso de las investigaciones conservadoras sobre las malas acciones de los demócratas, por más fundamentadas que estuvieran’ como sostiene Paul Johnson en “Estados Unidos: la historia” –Editorial Javier Vergara, 3ª edición en 2004-

Nada de eso se observa en la película de Clooney, centrado en las discusiones de redacción del equipo de E. Morrow y su pelea contra el senador, pero obviando los detalles necesarios para entender de donde procedía el fanatismo integrista de McCarthy. Otra cosa es que el ‘guapo’ actor y director siga con su obsecuencia demócrata, y para ello se empeña en mostrar la maldad de aquel republicano pero hurtando al espectador la realidad de que fue abandonado y sancionado por sus propios compañeros y no por los correligionarios del director.

20 de febrero de 2006

Una perlita gallega

Una de esos artículos sin firma que lo mezcla todo para ir a ninguna parte. Hoy en el El Correo Gallego



España vive en estos momentos un proceso de descentralización política y administrativa que, en mayor o menor grado, responde a una demanda social mayoritaria.
Sin embargo, en otros órdenes de la convivencia y las relaciones humanas recorremos el camino en sentido contrario. Así se pone de manifiesto con claridad meridiana y de forma grave en los problemas que surgen a diario en las comunicaciones aéreas con Madrid, incrementados desde que se inauguró la nueva terminal de Barajas, la ya tristemente célebre T-4. La obsesión enfermiza de que todo ha de pasar por Madrid, aunque la capital no sea el destino de los viajeros, causa importantes demoras, pérdidas de enlaces y de equipajes, que afectan a la economía de los usuarios e incluso generan episodios de tensión y estrés que nadie tendría por qué soportar.
No se entiende por qué cada vez son más los vuelos que hacen escala o parada técnica en Madrid, tanto los que tienen otros destinos nacionales como los internacionales. No se puede aceptar el argumento propio del liberalismo salvaje del siglo XIX de que por rentabilidad de la empresa aérea. El transporte es un servicio público que ha de tener en cuenta también las necesidades sociales. Se trata de una cuestión de desgana o incompetencia en la planificación. Seguramente no sea rentable un vuelo diario de Santiago a Nueva York, a Berlín o a otro lugar del mundo o de España, pero probablemente sí dos veces por semana.
Es tal la desesperación de los pasajeros que a punto estuvieron de producirse altercados en la T-4, y cada día es mayor el número de personas que buscan opciones alternativas. Nunca hubo seguridad horaria en los vuelos de Galicia a Madrid, pero la nueva terminal se ha convertido en un problema añadido en vez de mejorar la situación anterior. No se trata sólo de una cuestión entre compañías y usuarios. Como servicio público, las autoridades deben intervenir. Ya.

10 de febrero de 2006

Cantinfladas

La verdad es que con los catastrofistas del clima es imposible enterarse de nada. Resulta que han determinado que el siglo XX ha sido el más caluroso de los últimos doce, pero ni dice cuanto se han incrementado las temperaturas ni cuanto han subido con respecto a los espacios temporales estudiados. Vale ya de cantinfladas

7 de febrero de 2006

Una de progre incomprensible

Elsa López es muy buena persona: es de izquierdas. Además, es muy buena escritora, no obstante fue finalista del premio Planeta hace unos años. Por si fuera poco, trabaja con Antonio Gala en una fundación de aquel en Granada. Y por lo que se ve, una fina analista de la actualidad internacional: Tanto, tanto, que me cuesta entenderla. Debe ser que uno no es tan buena persona y está al servicio de la visión bushniniana de odio a los musulmanes demostrado con las famosas viñetas.

Hoy en la La Opinión de Tenerife

Elsa López
Manipulación del odio


Es muy fácil. Tómese como ejemplo lo sucedido con las dichosas viñetas. Se ven en la prensa y uno comprende el odio del que las hizo; porque no cabe duda de que el tipo siente odio hacia los árabes en general y sobre los musulmanes en particular y que no es casual la visión de Mahoma con una bomba en el turbante porque esa imagen viene avalada por la visión bushiniana que el periodista tiene del mundo. Luego se ven las reacciones del pueblo musulmán ante las caricaturas y uno se da cuenta de lo fácil que resulta prender la llama para que el fuego se extienda y el odio crezca y se multiplique por mil. El danés está encantado con la respuesta fanática y dislocada de los fanáticos y Bush está encantado con la reacción de Siria y de Irán porque eso "muestra" a la comunidad internacional lo iracundos y violentos que son los mahometanos. Y mientras unos hacen crecer el odio hacia los infieles enarbolando las caricaturas como prueba incontestable de nuestra maldad iconoclasta de no creyentes blasfemos y fuera de toda posibilidad de redención, los otros enarbolan la bandera de la salvación universal cristiana y benemérita que debe librar a Occidente de esta riada de gente ladrona, desaprensiva y terrorista desde antes de nacer. El odio a lo ajeno, a lo diferente, a lo no entendible; el odio al diálogo, a la libertad de expresión (y, por ende, de dibujar lo que nos venga en gana) está servido. Mañana me impedirán pintar viñetas de la Condolencia Rice con esa cara de odio y de bruja pariendo que tiene en las fotos y que me inclina a caricaturizarla en dibujos o en crónicas, porque puedo ser condenada por atentar contra la imagen sacra de un gobierno sacro. Creo que se deben respetar las creencias de los otros pero hasta cierto límite, porque tampoco debemos admitir creencias antidemocráticas, inhumanas o carniceras. No seamos hipócritas. Que ya nadie se puede creer que uno deba respetar determinadas religiones que predican la imperfección de las mujeres por razón exclusiva de género. Que encerrarlas en un camarote porque ellas son histéricas per se y dejar que se hundan con el barco y así evitar que cunda el pánico durante el hundimiento del mismo, sólo se le puede ocurrir a quienes han sido educados en una cultura donde el capitán se salva el primero no sólo por serlo y tener bote salvavidas, sino porque ser hombre es lo fundamental. Y esas creencias se aplican a una religión que algunos odian hasta caricaturizarla y así, de paso, consiguen prender la llama que acaba siendo un fuego desolador que consume casas, embajadas y seres humanos, y que justificará una intervención armada. Pero el odio crea animadversión al otro y a las ideas del otro y, como consecuencia, se usa para establecer determinados precedentes. Y, ya que estamos, bombardeemos Damasco y Teherán que es lo que buscábamos. Servido el odio, servido el banquete para sus degustadores más exquisitos.