El 12 de junio de 1987, en la Puerta de Brandeburgo, Ronald Reaganpronunció tan elocuente frase ante el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov. Lo que siguió es conocido por todos; el muro no se cayó, lo tiró el ansia de libertad de quienes se veían oprimidos por él.
El muro es un símbolo que no precisa de manifestación física porque sigue existiendo en las mentes de muchos gobernantes, empeñados enreproducir políticas de planificación centralizada que no han funcionado jamás ni podrán hacerlo por la propia imposibilidad de establecer correctamente el cálculo económico.
Sin embargo, la hostilidad a la propiedad privada, el empecinamiento por ordenar los sectores económicos o el recelo en la libertad de los ciudadanos provoca alteraciones notables causadas por unos políticos de espaldas al curso de la historia y unos ciudadanos aleccionados como consecuencia de una educación pública que inocula tempranamente esos viejos, apolillados y letales estigmas.
En cualquier lugar civilizado, el hecho mismo de la expropiación temporal de las viviendas propiedad de la banca e inmobiliarias habría provocado una alarma justificada. En Canarias no. Vivimos tiempos en que la finalidad primera de nuestros gobernantes es señalarnos a quién debemos odiar y a partir de ahí, usar la fuerza de la ley para actuar con el respaldo de una adormilada opinión pública.
Una vez justificada tal acción, ¿qué detendrá a una banda de cuatreros en sus planes si son capaces de inventar un motivo? Sucede igual ante hechos como el del Hotel Oasis, donde apelando a un vaporoso concepto como el del interés general o defender derechos colectivos con una protección superior a los individuales, se permite quebrantar la legítima acción de unos empresarios en su propiedad con el aplauso sistemático de los medios de comunicación y una clase política que cabría englobar en «socialistas de todos los partidos», en feliz definición de F. Hayek.
Hemos dejado demasiadas cosas en manos de los gobiernos y, pasados casi seis años desde el inicio de la crisis, no vemos que se retiren ni tengan intención de hacerlo. Mandan mucho sobre muchas cosas y las consecuencias de ello las estamos pagando vía impuestos presentes y futuros (no otra cosa son las emisiones de deuda).
En sus manos hay casinos —los únicos que son una ruina en el mundo civilizado—, campos de golf, fábricas de leche y yogures ... Hasta una actividad como la formación de personal para el turismo vía Hoteles Escuela les lleva a perder más de cuatro millones de euros al año, sin formar adecuadamente y compitiendo deslealmente con empresas que se juegan sus cuartos en un mercado cambiante y competitivo.
Es el momento de decir, con Reagan, «tire ese muro, Don Paulino», ese velo ideológico del que impregna toda su actuación y privatice todo lo que esté a su alcance. Seguro que hay empresarios que estarían encantados en asumir el rol que la administración se atribuye, pero con resultados muy superiores. Y Hecansa es una buena forma de empezar.
Original publicado en ABC