La situación que vivimos en las Islas no admite frivolidad alguna. La tasa de paro, los niveles de asistencia, la caridad de múltiples individuos y el trabajo concienzudo de muchas personas e instituciones no pueden quedar escondidos tras frías estadísticas. Por eso resulta sorprendente escuchar repetidamente algunos lugares comunes que poco o nada tienen que ver con la realidad. Que una parte significativa de la población pueda estar en situación de pobreza requiere de acciones que no precisan de más explicaciones, mucho menos si estas proceden de algunas instituciones concernidas que viven de generar alarma.
No tiene un pase hablar de desigualdad para justificar que deba actuarse, puesto que la economía no es juego de suma cero donde unos tienen merced a que otros dejaron de poseer. De igual forma, no resulta sano señalar, como ha hecho Cáritas recientemente y sin ninguna base, que el 0,2% de la población canaria controla o posea el 80% de la riqueza que se genera en las Islas. Puestos ante la evidencia, lo único que han podido balbucear es que la cifra no se obtuvo de ningún registro oficial, sino de algo escuchado en una emisora de radio y sin más contraste. Eso no fue obstáculo para que muchos programas de radio, TV y artículos se refiriesen al dato, porque nada gusta más a un periodista que la confirmación de un viejo prejuicio. Lo malo del aserto es que confunde dos cuestiones que no tienen relación directa, tales como la desigualdad y la pobreza. La primera no siempre es un problema pero la segunda siempre lo es. ¿Acaso es preferible un territorio donde todos tengan poco en cantidades iguales a uno donde todos tengan mucho en cantidades desiguales? Claro que no. Esto explicaría también esa definición de la pobreza relativa, que establece que una persona está en ella cuando no obtiene el 75% del ingreso medio del lugar que se trate y que da lugar a curiosas paradojas, porque ya no se mide la satisfacción de necesidades básicas, desvirtuando tanto los resultados que provoca que Cuba sea un país idílicamente homogéneo y preferible a Noruega, Hong Kong o Estados Unidos. Esto explica también las razones por las que en España, incluso en el mejor momento económico con una tasa de paro del 8%, seguía presentando a casi uno de cada cuatro españoles en el umbral de la pobreza. ¿Tiene sentido hacerlo así? No parece.
Nuestro problema no es, en esencia, que algunas familias tengan recursos si estos han sido obtenidos en buena lid, en una economía abierta y satisfaciendo necesidades ajenas, sino que exista una lista enorme de personas en situación agónica que requieren de soluciones inmediatas para dejar atrás tan complicado momento. La explicación de la desigualdad es hacer trampas al solitario, algo a lo que nos han acostumbrado los políticos como excusa para sus reiteradas subidas de impuestos y que sería deseable no fuese imitado por instituciones tan serias como Cáritas o Cruz Roja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario