Una empresa norteamericana plantea la posibilidad de instalar una mini Las Vegas en Europa y todo el mundo mira para España tratando de fijar el objetivo del grupo Las Vegas Sands (LVS) propietarios de casinos de juego en Estados Unidos, Singapur y Macao. Seguramente vale la pena, pues anuncian una inversión de entre 10 y 15 mil millones de euros y la creación de 180.000 puestos de trabajo. Empero, se pasa por alto que ya hubo un proyecto similar para hacer del árido territorio aragonés de Los Monegros nuestra particular ciudad del pecado («sin city», como es conocida popularmente Las Vegas).
La Gran Scala —así se llamaría— debería haber entrado en funcionamiento el año pasado y se ha ido desinflando desde la primera inversión anunciada de 17 mil millones de euros y una actuación sobre 2 mil hectáreas y que incluiría campos de golf, 32 hoteles, casinos, 5 parques temáticos, hipódromo y hasta una plaza de toros. La oposición de muchos sectores han disminuído notablemente las expectativas sobre el proyecto y ahora se tendrán que conformar con algo de mucho menor tamaño e importancia. No es necesario recordar lo que ocurrió con la instalación del EuroDisney, que terminó en Francia por la falta de atractivo de nuestro país.
En su reciente libro, José Carlos Francisco («La reforma necesaria. Canarias ante la crisis de nuestras vidas») apuesta por convertir a Canarias en el «patio de recreo de Europa», pues América ya tiene el suyo —Las Vegas, 36 millones de turistas— y Asia el suyo —Macao, cuyos treinta casinos facturaron el último año fiscal 15 mil millones de dólares—.
La idea es arriesgada y bien valdría estudiarla, no en vano parece que existe un turismo que demanda una potente industria de ocio que no estaría centrada solo en el juego en salas —a decir verdad, parece que la irrupción del juego online amenaza también a los casinos— sino en todo lo que ello conlleva y que estaba en el proyecto original de Los Monegros.
Se podría hacer, tal y como propone Francisco, sobre nuestros espacios obsoletos y provocar una transformación agresiva que vendría de la mano de inversores privados de la industria del ocio. ¿Seguro? No se le habrá pasado por alto al presidente de la CEOE que en la isla de Tenerife, sin ir más lejos, los casinos de juego son propiedad del Cabildo Insular y que en 2008 ya estuvieron por aquí representantes de una de las más emblemáticas salas de la ciudad norteamericana con el fin de invertir en un hotel con casino por importe de 600 millones de euros y se llevaron un no por respuesta ya que la norma no lo contempla.
Por cierto, pura lógica burocrática: los casinos de Tenerife perdieron en 2009 la nada despreciable cifra de más de tres millones de euros. El matemático uruguayo Ernesto Mordeki se plantea en un interesante trabajo si puede perder dinero un casino y llega a la conclusión de que es una posibilidad despreciable. No conoce a nuestros políticos.