Hace unas semanas, la multinacional LIDL celebró con un pequeño acto su primer aniversario entre nosotros. Convocó a los medios de comunicación y con gran sencillez mostró su satisfacción por los resultados obtenidos. No había ningún político en el convite, quizás porque en unión de otros empresarios y durante siete años bloquearon la posibilidad de implantación de estos populares supermercados de precios bajos que han contribuido a abaratar la cesta de la compra en un 22 por ciento y que solo consiguieron la licencia por resolución judicial, meses antes de que una directiva europea les diese carta libre para instalarse. Un claro ejemplo de conspiración contra el interés general por parte de sectores fuertemente organizados y apoyados por los gobiernos frente a una desarmada sociedad civil. El cuento de siempre con el resultado de siempre: cuando los consumidores han podido elegir lo han hecho ahorrándose 30 millones de euros al beneficiarse de la única política que contribuye a abaratar los precios: el libre mercado.
No había políticos y tal cosa constituye una excepción muy saludable. Quizás sea porque no tenemos una aristocracia, artistas o sucedáneos que mostrar en revistas de ringorrango y por eso las que existen en las Islas, fuertemente primadas con dinero público, se dedican a llenar sus ociosas páginas con actos a los que asiste nuestra particular y cara jet set: los políticos. A lo mejor eso explica por qué no hay inauguración de una actividad privada que se precie a la que no inviten a la estrella política del momento, quien pronunciará un discurso vacío y repetido.
Lo anterior envía un mensaje perverso a la sociedad que aspira a iniciar alguna actividad empresarial y que se encuentra con millones —me temo que en sentido literal y no metafórico— de trabas administrativas y burocráticas que le complican sacar adelante su proyecto, haciendo entender que sería más sencillo en caso de conocer a alguien con cierto poder en el lugar adecuado. Por eso no es aconsejable que siempre que alguien inaugure un negocio lo llene de personalidades políticas, como tampoco lo parece que Ashotel, la patronal hotelera de Tenerife, valorase las posibles interpretaciones que se puedan hacer de su anunciado homenaje en plena precampaña electoral a José Manuel Bermúdez, justificado en su «contribución al desarrollo del sector turístico de Tenerife», algo que no debería sorprender pues ha sido el ¡¡¡¡consejero de Turismo del Cabildo de Tenerife!!!! No es extraño que en el recientemente celebrado encuentro de empresarios americanos con intereses en África hubiese una mesa de trabajo sobre cooperación pública-privada, algo en lo que somos verdaderos expertos por más que eso no sea siempre positivo y sí arroje interrogantes inquietantes.